Por: César E. Ruiz González
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Hace unas semanas asistí a una reunión a unas cuadras de la avenida Venustiano Carranza, en el Centro. Estaba indeciso en cuál medio de transporte ir, la primera opción era el camión, pero el que pasa por mi casa me dejaría lejos del destino, también vi que Uber cobraría $250 de ida y asumí que el regreso sería más caro.
Decidí hacer mi viaje de manera multimodal. El primer tramo del recorrido fue en coche, pasé por mi bici, luces y chaleco reflejante a la oficina, recordé lo que una compañera me había dicho minutos antes, que tomara el Metro en la estación Hospital Metropolitano.
Yo había descartado la idea porque en la Línea 3 sólo puedes usar la tarjeta “MIA”, aun así decidí subir con la bici y preguntar el proceso para entrar al Metro, ahí un guardia me explicó, fría pero cordialmente, en qué máquina podía comprar la tarjeta, sin embargo no las habían surtido, cosa que pasa seguido. Por lo que me dijo que si le recargaba el importe exacto del pasaje, él podría pasarme con una tarjeta que tenía para ese fin, lo que terminé haciendo.
No me había subido al Metro en años, mis traslados los hago en coche o en bici, era sábado, así que el viaje fue placentero y no hubo ningún inconveniente con subir la bici. Me bajé en la estación Zaragoza ya que ese vagón no traía mapa, cosa que dificulta a una persona no familiarizada ubicarse en la red de estaciones, luego supe que pude bajarme en Padre Mier. Cargué mi bici desde que salí del vagón hasta afuera de la estación, porque en esas escaleras no hay “rampita” para poderla rodar.
Ya en la calle rodé 2.9 km hasta el lugar, unos 15 minutos, el establecimiento no contaba con un lugar destinado cómo bici estacionamiento y como se pronosticaba lluvia nos facilitaron una bodega para resguardar las bicicletas.
Cerca de las 11 p.m., decidí partir porque no quería quedarme sin Metro, comenzó a llover ligeramente y, aunque me gusta rodar con lluvia, el estómago se me revuelve un poco al pensar en que los automovilistas pierden visibilidad y control. En la estación recibí un halago por mi bici y varias miradas curiosas, eso siempre me levanta el ánimo. Como me subí en la Línea 2 sí pude comprar “boletito», ahí no es obligatoria la tarjeta “MIA”, llegué a la estación Hospital Metropolitano, cruce un paso vehicular a desnivel, unas cuadras y dos semáforos más adelante llegué a mi destino.
La multimodalidad es posible, sin embargo existen barreras que la complican, como la falta de transporte nocturno, el horario limitado para subir una bicicleta (lunes a viernes de 9:30 a 12:30 y de 21:00 a 23:30, sábado, domingo y días festivos todo el dia), que podría resolver con una bici plegable.
También está la exigencia del uso de una tarjeta especial para cada tipo de medio de transporte, la falta de puntos de venta para estas tarjetas, la información poco clara en las estaciones del Metro, son algunos de los inconvenientes que desmotivan para usar otros medios de transporte, pero soñemos y exijamos a nuestros gobernantes que solucionen estos problemas para que hacer viajes de esta forma, se convierta en la realidad de todos los días.
Si te animas a intentar este cambio, recuerda planificar tu viaje.
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Esta columna fue publicada originalmente en ABC Noticias el 4 de febrero de 2022.
