Tic, tac / Opinión de Ximena Peredo

Les tengo una buena y una mala noticia.

La buena es que nos queda un mes para salir de casa, ¡yei! La mala es que el gusto no nos durará mucho.

Lo que sabemos es que después del martillazo del encierro, entraremos en un estado de «danza», unos pasos adentro y otros afuera, pero, ¿de qué manera podríamos prepararnos en este mes para que esa salida sea más duradera? Hablemos de movilidad.

Gracias al microscópico y cruel maestro, hemos advertido un sinnúmero de problemas viales, quizá el más evidente es que pasábamos demasiado tiempo en atorones.

¿Quién extraña el tráfico de las 6 de la tarde en Morones Prieto, los 189 siniestros viales diarios, los 428 fallecimiento al año por atropellos o choques en la Ciudad?

Nada parecía detener a la ciudad caníbal hasta que llegó el nuevo coronavirus.

La pandemia cerró miles de negocios e industrias, y nos encerró en casa. En Monterrey, el 80 por ciento de la movilidad se redujo. Las calles y los espacios públicos quedaron vacíos. ¿Cómo será el regreso de actividades a partir del 1 de junio? ¿Tienen algún plan las autoridades para evitar el caos fácilmente previsible (y evitable)?

París tiene un plan. Lo mismo Nueva York, una de las ciudades más castigadas por el contagio, Barcelona, Lima, Bogotá, al igual que otras cientos de urbes del mundo, que planean evitar el uso del automóvil en el escenario post-pandémico por recomendación de autoridades sanitarias.

ONU- Hábitat declaró que el transporte público propaga al Covid-19 por el confinamiento de personas con poca ventilación -¿estás oyendo, Noé?-. Además de que el riesgo se incrementa por el uso de superficies e infraestructura común entre miles de pasajeros por hora. Asimismo, promovió el ciclismo y los viajes a pie como la alternativa más segura.

La bicicleta representa la transportación más higiénica ante la emergencia sanitaria, pues cada persona tiene la responsabilidad sobre la limpieza y desinfección de su vehículo, además de que se evita el contacto cuerpo a cuerpo en aglomeraciones. ¡Y bueno!, rematemos diciendo que no contamina, y nos activa, por no decir lo maravilloso que es moverse con la energía propia.

Ante la pandemia, muchas ciudades del mundo decidieron implementar más kilómetros temporales para uso exclusivo de la bicicleta. Bogotá, con una red de 550 kilómetros ¡imagine eso! anunció que sumaría 80 más en rutas paralelas a los corredores del Transmilenio, por ejemplo. Y, en fin, otros ejemplos abundan.

Las ciudades resilientes, es decir, aquellas que pueden adaptarse rápidamente a escenarios imponderables, incluso catastróficos como los destrozos dejados por huracanes, terremotos y pandemias, tienen redes de ciclovías y bicicletas públicas disponibles.

La CDMX lo sabe bien. En el 19-S fue la bici la que llevó auxilio inmediato y la que permitió a la gente moverse cuando el transporte colectivo se colapsó. Claro, CDMX tiene 170 kilómetros de ciclovías y un servicio de bicis públicas. Guadalajara tenía 123 kilómetros en 2018. Aquí hay «cero» no sólo por negligencia de las autoridades, que conste, sino por nuestra actitud burlona, perezosa y anticuada.

Esta semana vimos expuesta (otra vez) la negligencia del Gobierno del Estado para contener el contagio masivo en el transporte público. Su ocurrencia de eliminar viajes en rutas urbanas puso en grave riesgo a miles de personas hacinadas. De ahí que mi esperanza, si la hay, esté puesta en los municipios.

Tenemos un mes. El urbanismo táctico permite con uso de infraestructura móvil y pintura -o sea a muy bajo costo- transformar nuestras ciudades en horas. Necesitamos carriles exclusivos para bicis y banquetas amplias para que salgamos de forma segura a realizar viajes cortos diarios a partir del 1 de junio.

Mientras que otras ciudades regresarán a su «normalidad» de forma sostenida, a nosotros nos regresarán pronto al encierro porque nuestra Ciudad es un gran vertedero de riesgos. Tenemos un mes.

Ximena Peredo / ximenaperedo@gmail.com